El último error del rey de España
Victor Celorio
Mi abuelo paterno José Celorio Ruiz, nació y creció como leñador en las frías montañas de Cantabria, donde la temperatura promedio anual es de 14 grados. En 1910, al cumplir los 20 años, decidió abandonar su miserable vida de montañés y viajó como pudo a la costa para irse a “hacer las américas”. No le importaba en qué parte de “las américas” fuera. Solamente sabía que necesitaba dejar esas montañas atrás para empezar una nueva vida.
La suerte dictó que José Celorio llegara a México. Tanto la colonia española de Veracruz, como los mexicanos, lo recibieron con cálido afecto y lo ayudaron a instalarse en Orizaba. Allí hizo su fortuna haciendo lo que conocía bien como leñador: cortar árboles para vender luego la madera.
José Celorio vivió 50 años en México. Su inteligencia zafia, pero práctica - común entre los campesinos de todo el mundo- le permitió hacerse cada vez más rico. Centavo en mano vale más que mil rolando. Después de medio siglo, a los setenta años, decidió abandonar a su mujer mexicana y a sus 5 hijos mexicanos y regresó a su pueblo, cargado de oro y arropado con el amor y la carne firme de su sobrina española, de 25 años de edad, en cuyos brazos murió una docena de años después en su pueblo Cabanzón, Herrerías, en Cantabria, España.
Mi abuelo materno, Vicente Garrido Alfaro, fue un poeta, escritor y diplomático mexicano que, entre otras cosas, fue el padre de Vicente Garrido Calderón, mejor conocido como el Padre del Bolero. Mi abuelo fue igualmente el elegido por Lázaro Cárdenas para ayudar a Indalecio Prieto a organizar y administrar el tesoro del Yate Vita. Lázaro Cárdenas eligió a mi abuelo porque sabía que el dinero le era indiferente, pues mi abuelo había heredado de su propia abuela una enorme fortuna que Vicente Garrido Alfaro se jugó en el casino que había construido esa misma abuela: Calixta Gutiérrez de Alfaro, la mujer que Juventino Rosas reconoció como la mecenas cuya ayuda le permitió escribir su vals Sobre las Olas.
Y así fue: mi abuelo ayudó a Indalecio Prieto a organizar eficiente y de forma políticamente correcta el JARE (Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles), -para evitar otra intervención estadounidense- y después fue nombrado Secretario General de la CAFARE, organismo que sustituyó al JARE.
Todo para ayudar a los españoles republicanos, que salieron huyendo de la guerra civil.
La de mis dos abuelos es una historia que se había repetido miles de veces desde que Colón, financiado por los Reyes Católicos de España, llegó en 1492 a lo que ahora se conoce como el Continente Americano. Los españoles sin dinero y sin futuro en España emigraban a México con el expreso objetivo de hacerse de oro con las cuales regresar a sus pueblos.
La mayor parte NO lograban hacerse ricos, obviamente, y hacían sus vidas aquí y morían aquí, con sus familias mexicanas. Por eso, a los españoles les gusta creer que los mexicanos somos sus hijos bastardos... cosa que yo tengo que corregir constantemente cada vez que he estado en España, pues en todo caso los españoles que salieron huyendo de España fueron nuestros antepasados, y no los que se quedaron en España.... Por eso es que Gonzalo Guerrero, primer español en tener hijos con una nativa y hacer una familia en México, es reconocido como el padre del mestizaje.
La población mexicana en su totalidad tiene una gran influencia genética de España: “Según el promedio de diversos estudios, los mexicanos son en promedio una mezcla de 51.49% europeo, 42.91% amerindio, 5.3% africano, y 0.3% asiático.”
Por todo lo anterior, el rey español (así, con minúsculas) está perdiendo una enorme oportunidad: si no quiere pedir perdón por los excesos sangrientos de esos soldados españoles enloquecidos de ambición, que estaban tan fuera de control asesinando nativos que Hernán Cortés y hasta la iglesia misma tuvieron que intervenir para detenerlos, debería por lo menos dar las gracias por todo lo que México le ha dado a España históricamente, desde el oro y la plata para mantener sus babosas guerritas europeas para mantener el “Imperio Español”, hasta el refugio y santuario para todos los miles de españoles que emigraron a México en los siglos posteriores a la caída de Tenochtitlán, y que recibieron la ayuda de los mexicanos, como la que mi abuelo Vicente Garrido Alfaro le dio a los españoles republicanos.
Eso nos permitiría a nosotros reconocer y aceptar lo que hemos recibido de España. Entre lo más importante: la lengua y la religión. Son dos palabras, pero cargadas de contenido, que además de ser el puente que nos une con ellos, se han sumado a nuestra cultura mexicana. Esa cultura mexicana incluye necesariamente las influencias de las civilizaciones Olmeca, Maya, Azteca (Meshica), Zapoteca, Purépecha, Chontal, Totonaca, Tlaxcalteca y otras docenas de pueblos indígenas, con su maíz y sus tortillas y los cientos de chiles y los tacos y las tortas y el chocolate y el temazcal y el tequila y el cilandro y el mole, y el pozole, y el aguafuerte, y la ética de trabajo, y la renuencia a quejarse, y la fuerza moral de sus mujeres, y la sagacidad y nobleza de sus hombres de bien, y la ciencia de los mayas, y la fuerza guerrera de los aztecas...
Esos mismos pueblos nativos que los Reyes Católicos y los misioneros españoles se empeñaron en salvar para evitar que los soldados españoles locos por oro los convirtieran en esclavos y los trataran como bestias sin alma.
En este estira y afloja en el devenir histórico, nuestros pueblos español y mexicano son, a querer o no, una enorme familia (aunque sea a regañadientes). Pero como todas las familias, nuestra rama es diferente a la de los españoles que se quedaron atrás y que son los que ahora defienden al rey y el “honor” de España: nuestra cultura mexicana rechaza muchas de las cosas que los españoles adoran: entre otras, el culto a un rey anacrónico. Cuando llegué a España por primera vez, un español conocido me comenzó a hablar con veneración de su REY (así, en mayúsculas), y tanta idolatría terminó por provocarme un ataque de risa, cosa que ofendió a mi conocido, quien había asumido que yo admiraba a su rey al igual que él.
Pero allí está el detalle, como decía Cantinflas: en México NO veneramos a ningún rey desde la Guerra de Independencia en 1810. Su rey para nosotros es, en términos reales, una reliquia. Si los españoles desean seguir venerando a esa reliquia, pues allá ellos.
Pero ese rey anacrónico debería aprovechar la circunstancia para dar las gracias por todo lo que España ha recibido históricamente de México, para que podamos cerrar las heridas y seguir adelante como la gran familia que somos.
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Vicente Garrido en la fundación de la |
Tumba de José Celorio Ruiz, en Cabanzón, Herrerías, Cantabría española. |
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Doña Calixta Gutierrez de Alfaro |
Vicente Garrido y Salvador Díaz Mirón |