INTRODUCCIÓN
Ante las repetidas crisis que hemos sufrido desde hace veinticinco años, resulta ya un lugar común decir que México necesita cambiar sus estructuras políticas, económicas y sociales. Lo que no está muy claro es con qué vamos a reemplazarlas, pues no tenemos un proyecto de nación para reemplazar al actual. Y lo que es peor, esto no es algo nuevo.
Al hacer un análisis de nuestra historia como país, es obvio que en México nunca hemos tenido un proyecto de nación bien definido; es por esto que siempre hemos vivido en crisis.
Ni durante la Guerra de Independencia, ni durante la Reforma, ni durante la Revolución de principios del siglo 20, los mexicanos pudimos elaborar un proyecto de nación coherente, viable y de gran alcance que sirviera para unificarnos en una meta en común.
La verdad es que los ciudadanos nunca nos hemos preocupado por diseñar el país que queremos. Hemos tenido una tremenda abundancia de caudillos, eso sí, y cada uno de ellos ha obedecido a su propio proyecto personal, basado en sus caprichos. Pero México y los mexicanos hemos carecido de un proyecto de país en el que estemos razonablemente de acuerdo la mayor parte de todos los ciudadanos, y que por lo mismo luchemos por respetarlo y que sea respetado.